. 26 Cada mañana debemos hacer esta oración y ofrenda diaria a Dios: Te ofrezco, oh mi Dios, todos mis pensamientos, mis palabras y mis acciones de este día. . Concede que pueden ser los pensamientos de la humildad, palabras de humildad, y las acciones de la humildad ----- todos a tu gloria
Asimismo, durante el transcurso del día será bueno repetir esta jaculatoria: "Señor Jesús, dame un corazón humilde y contrito ". Estas pocas palabras contienen todo lo que posiblemente podemos pedir a Dios; porque al orar por un corazón contrito y le pedimos lo que es necesario para asegurar el perdón por nuestra vida pasada, y al orar por un corazón humillado todo aquello que es necesario para garantizar la vida eterna. Oh, ¿puedo en la hora de la muerte me encuentro con un corazón contrito y humillado! Entonces, ¿qué confianza no he de tener en la misericordia de Dios, si puedo exclamar con el rey David: "Un corazón contrito y humillado, oh mi Dios, humillado no despreciarás tú." Muy a menudo ofrecemos oraciones a Dios para que Él podría responder con justicia: "Tú no sabes lo que tú pides"; [Ps. l, 19], pero cuando pedimos la santa humildad, sabemos con certeza que estamos pidiendo algo que es más agradable a Dios y lo más necesario para nosotros mismos; y al pedir para ello hay que creer que Dios mantendrá su promesa infalible: "Pedid, y se os dará." [Matt. vii, 7]
Asimismo, durante el transcurso del día será bueno repetir esta jaculatoria: "Señor Jesús, dame un corazón humilde y contrito ". Estas pocas palabras contienen todo lo que posiblemente podemos pedir a Dios; porque al orar por un corazón contrito y le pedimos lo que es necesario para asegurar el perdón por nuestra vida pasada, y al orar por un corazón humillado todo aquello que es necesario para garantizar la vida eterna. Oh, ¿puedo en la hora de la muerte me encuentro con un corazón contrito y humillado! Entonces, ¿qué confianza no he de tener en la misericordia de Dios, si puedo exclamar con el rey David: "Un corazón contrito y humillado, oh mi Dios, humillado no despreciarás tú." Muy a menudo ofrecemos oraciones a Dios para que Él podría responder con justicia: "Tú no sabes lo que tú pides"; [Ps. l, 19], pero cuando pedimos la santa humildad, sabemos con certeza que estamos pidiendo algo que es más agradable a Dios y lo más necesario para nosotros mismos; y al pedir para ello hay que creer que Dios mantendrá su promesa infalible: "Pedid, y se os dará." [Matt. vii, 7]
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